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El yo en la terapia de aceptación y compromiso

El objetivo de esta página es enviar el mensaje de que la tercera generación de la terapia cognitivo conductual, en concreto la terapia de aceptación y compromiso basada en la teoría de los marcos relacionales, ha operativizado nuestro yo y, en consecuencia, aporta las herramientas necesarias para los cambios profundos que conlleva la posibilidad de mejorar nuestro yo.

 

 

El yo en la terapia de aceptación y compromiso

El yo ha sido, y es, un elemento omnipresente en la psicología clínica; sin embargo, la terapia cognitivo conductual no le ha concedido un papel preponderante, hasta ahora. Basándose en la teoría de los marcos relacionales la terapia de aceptación y compromiso lo ha operativizado y lo ha incluido en los procesos psicológicos que están en la base de la salud mental.

Definición

Para la terapia de aceptación y compromiso el yo no es una entidad psicológica que rija nuestros destinos y que para modificarla sea preciso realizar una terapia de muchos años.

La terapia de aceptación y compromiso da una definición clara, contundente e intrínsecamente admirable: El yo lo construimos cada vez que empleamos la palabra yo. Lo hacemos automáticamente desde que empezamos a hablar y recibimos refuerzo por emplearla. Así construimos nuestra autobiografía, las reglas que rigen nuestro comportamiento, la evaluación de nosotros mismos, nuestro rol social, etc. dando contenido concreto a nuestro yo.

Lo usamos como nombre porque nos interesa que sea considerado estable e individual ya que predice e influye en la conducta de los otros, y queremos que la reacción de los demás a nuestros actos sea predecible y estable.

El yo como contenido, como proceso y como contexto

El contenido de nuestro yo puede ser fuente de problemas psicológicos. Cuando regimos nuestra conducta por lo que creemos que somos o lo que queremos ser, por encima de lo que nos conviene o deseamos en esos momentos, podemos establecer rigideces en nuestro comportamiento que nos llevan a anteponer la preservación de nuestra autoimagen a lo que realmente nos interesa en el momento y a largo plazo. Poniendo un ejemplo extremo, pero clarificador, si decidiéramos que es fundamental en nuestra vida ser sinceros y lleváramos a un extremo este aspecto de nuestro yo, podríamos llegar a decir a nuestro jefe que es un idiota, lo que no nos interesa en absoluto.

Por ejemplo, si yo digo “yo soy un vago” y me fusiono con ese contenido, es decir, actúo de acuerdo con él, es probable que deje de intentar acciones que vayan en la línea de mis valores. Por ejemplo, si quisiera encontrar un trabajo, tendría que hacer bien el CV, sin embargo, como “soy un vago”, lo aplazo una y otra vez. Por ello, tengo que ser consciente del contenido de mi palabra yo y como influye éste en mi manera de comportarme.

El empleo de la palabra yo implica un proceso de autoconciencia. La autoconciencia es para Skinner una respuesta sobre nuestras propias respuestas. Efectivamente, cuando usamos la palabra yo, lo hacemos reflexionando o comunicando una conducta que hemos realizado, que vamos a hacer o que estamos ejecutando. Es decir, respondemos verbalmente a nuestra conducta.

La autoconciencia es un proceso que tiene varios niveles. Primero reaccionamos ante nuestras conductas explícitas que los demás pueden percibir y reforzar. Luego nos damos cuenta de los procesos psicológicos que están involucrados, como los pensamientos, sentimientos, memorias, sensaciones y emociones y empleamos la palabra yo para referirnos a ellas: “yo pienso”, “yo siento”, “yo recuerdo”. Construimos así un yo basado en nuestros procesos psicológicos. Damos un salto del yo como contenido al yo como proceso. Son procesos privados, que un observador externo solamente puede notarlos por indicios, porque los comunicamos o por nuestras conductas posteriores. El refuerzo de los indicios y de nuestra comunicación de los procesos privados es lo que nos enseña a identificarlos. Por ejemplo, no es lo mismo pensar “yo soy un vago” que pensar “yo tengo ahora mismo el pensamiento de que soy un vago”.

En el proceso de profundización en la autoconciencia, llegamos a tener conciencia de que estamos teniendo conciencia. Podríamos enunciarlo con esta frase: "aquí y ahora actuamos, somos conscientes somos conscientes de que somos conscientes". Llegamos de esta forma experimentar el yo como el contexto en el que se dan nuestras acciones y nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. Por ejemplo, “tengo la experiencia de que yo soy la misma persona que tuvo un pensamiento ayer y que puede tenerlo dentro de un mes. Mientras los acontecimientos se suceden, hay una parte de mi, que siempre permanece en el tiempo. Yo soy más que lo que estoy sintiendo ahora ”.

El yo como contexto es una experiencia liberadora, porque nos enseña que somos trascendentes, que somos algo más que nuestro sufrimiento y nos da la valentía para enfrentarnos a las dificultades que supone la lucha por nuestros valores.

Se considera el comienzo de la terapia de aceptación y compromiso la publicación del artículo de Hayes, S. C. (1984). Making sense of spirituality. Behaviorism, 12, 99-110. En él destaca que el yo como contexto es un elemento fundamental en la salud mental y en la superación de nuestros problemas psicológicos.

 

 

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17/3/2014

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